Ya se ha mencionado que en lo que concierne al disco, está fabricado mediante un
material compuesto de cerámica –carburo de silicio– reforzado con fibras de carbono al
que se le añade una capa externa más de cerámica según el fabricante. Pero las pastillas
de freno son un elemento igual de importante en el sistema de frenado y que se debe
tener muy en cuenta a la hora de montar en unos frenos carbocerámicos.
Desde que se eliminó el amianto existen tres tipos de pastillas: metálicas o semimetálicas, orgánicas y cerámicas. Las primeras tienen mejor funcionamiento en
cualquier tipo de condiciones y son más sencillas de fabricar pero desprenden mucho
más calor que cualquier otra. Las pastillas cerámicas, por su parte, minimizan ese
problema y evitan que así se pierda potencia de frenado, sin embargo generan mucho
desgaste en el disco por su superficie abrasiva.
La solución, y la que utilizan generalmente los fabricantes, son las pastillas de material
orgánico, como el grafito o distintas resinas, diseñadas específicamente para su uso en
automoción deportiva con frenos cerámicos de cara a minimizar algunas de sus pegas
como la disminución del rendimiento a altas temperaturas. A cambio, ofrecen un amplio
margen de trabajo y no generan tanto desgaste en los discos.
Pero, ¿qué ventajas tangibles ofrecen frente a unos discos de hierro convencionales? En
definitiva, los frenos carbocerámicos ofrecen unas mejoras de prestaciones en
condiciones en las que unos convencionales comienzan a dar fallos. Los más comunes
son los siguientes:
Alabeo: ocurre al exigir mucha potencia de frenado. El disco se sobrecalienta y se
deforma, lo que produce una disminución permanente de la potencia de frenada. El
conductor lo percibe al notar vibraciones a través del pedal a la hora de accionarlo. Los
carbocerámicos evitan este hecho al poder funcionar a temperaturas mayores.
Cristalización: se dice que las pastillas se cristalizan cuando el material que las
constituye se descompone y crea una capa en la superficie que disminuye el
rozamiento. Esto ocurre por un uso continuado y exigente de los frenos si no se los deja
enfriar y produce el conocido efecto 'fading', cuando el conductor nota que la potencia
de deceleración ya no es la misma.
Rotura: la aparición de grietas y resquebrajaduras también es posible si se somete al
disco a una subida de temperatura súbita o, lo que es lo mismo, por choque térmico.
Los frenos carbocerámicos, además, son más 'estéticos', pues no desprenden tantas
partículas como los frenos tradicionales a la hora de llevar a cabo una conducción, lo
que preserva el lustre de las llantas.